¿Qué ha ocurrido para que me vea envuelto en un trastorno mental?
Muchas personas que arrastran problemas de ansiedad o del estado del ánimo, de repente, se encuentran con una etiqueta que pone nombre a lo que ha n estado pasando durante mucho tiempo. Este patrón de comportamientos y emociones, que se han acumulado con el tiempo, hoy les dificultan alcanzar sus objetivos. Como resultado, sienten que su bienestar se minimiza cada vez más.
Las etiquetas y su función
Las etiquetas que describen cada tipo de trastorno mental nos ayudan a simplificar y comunicar algo muy complejo y personal. Esto es útil tanto para la comunicación entre profesionales como para las personas afectadas. Sin embargo, es crucial no quedarnos atrapados en la etiqueta ni “fusionarnos” con ella. Detrás de cada etiqueta hay una persona con una serie de conductas e historia que deben considerarse cuidadosamente al buscar mejorar su bienestar.
Comprender el origen del trastorno
Es fundamental explicar cómo una persona llega a estar bajo una etiqueta. Es importante dejar claro que un trastorno no es como un virus que aparece de la nada. No funciona de esa manera, y por eso la terapia no debe verse como algo que “cura”. No hay nada que curar, porque no se trata de una enfermedad, sino de patrones disfuncionales o irracionales que se han desarrollado a lo largo de la vida por varios factores.
La metáfora de la maceta
Para entender mejor este proceso, podemos usar la “Metáfora de la Maceta”. Imagina que una persona, al nacer, es como una maceta con una semilla en su base. Esta semilla representa el factor genético, que está presente desde el nacimiento.
La maceta se va llenando poco a poco. Cada capa de tierra representa lo que ocurre en nuestro entorno y cómo interactuamos con él durante la infancia y adolescencia. Estas experiencias moldean la forma en que evaluamos el mundo, influidas por pautas de crianza, experiencias traumáticas, y relaciones personales. Así, se construyen las bases para enfrentar el mundo, que pueden actuar como factores protectores o de riesgo, según lo que hayamos vivido. Aquí surgen aspectos como la personalidad, creencias y miedos irracionales.
El papel del agua
Otro factor clave es el “agua”, que simboliza las situaciones de cambio o eventos que desestabilizan nuestra vida. Estos eventos nutren y se entrelazan con los otros factores, donde se desarrollan patrones de conducta que, a largo plazo, nos pueden llevar a sentirnos menos capaces de alcanzar nuestras metas.
Ningún factor o elemento de la metáfora aislado ha causado el trastorno, sino que ha sido una interacción conjunta de todos los factores. Por esto, es bastante importante no pararnos a buscar «culpables» y sí ponernos sobre el cambio.
La terapia como herramienta de cambio
Cuando una persona entra en terapia, comienza por aceptar y comprender su situación actual, entendiendo que no es culpable de lo que sucede. Los factores que han influido en su vida han dado lugar a lo que ocurre en el presente. La terapia consiste en aprender nuevos patrones de conducta, los cuales solo se podrán adquirir si aceptamos de dónde venimos. Es importante aceptar nuestra “maceta”. No podemos cambiar nuestra “semilla” ni nuestra maceta, pero podemos seguir llenándola con nuevas experiencias y conductas.
A medida que implementamos nuevos patrones, aprendemos a relacionarnos con nuestras emociones, no desde el control, sino desde la aceptación. Así, los efectos de los viejos patrones disminuyen, y podemos continuar con nuestra vida, guiados por nuestros valores.
La terapia no cura, pero transforma
La terapia no “cura”; ayuda a que la persona pueda detener el avance de patrones disruptivos y, desde su misma “maceta”, genere nuevos patrones que le permitan alcanzar sus objetivos. Estos nuevos patrones son más adecuados y están alineados con nuestras metas, facilitando una conexión más profunda con nuestra vida.